Había una vez un anciano que vivía al inicio del único camino que conducía a un muy lejano pueblo. Un día, llegó un forastero buscando un pueblo dónde instalarse para comerciar, el cuál pregunto al anciano:
“Disculpe, ¿Cómo es la gente del pueblo al que dirige este camino?”
El anciano contestó con otra pregunta:
“¿Cómo es la gente es la gente del pueblo de donde tu vienes? “
A lo que el forastero respondió:
“Son muy amables, cálidos, limpios y educados. Tengo un gran cariño por la gente de mi pueblo y los echo de menos, pero estoy buscando dónde vender mi cosecha”.
A lo que el anciano respondió sonriente:
“Pues tienes suerte, porque aquí te vas a encontrar exactamente con el mismo tipo de gente”.
El forastero se sintió muy contento de saber eso, así que emprendió su camino al pueblo muy agradecido. Algunos meses más tarde llegó otro forastero, haciendo la misma pregunta, “¿cómo es la gente del pueblo al que dirige este camino?”, ante lo cual, recibió del anciano la misma respuesta, “¿cómo es la gente en el lugar donde vives?”.
El segundo forastero contestó:
“Son bastante groseros, odiosos, sucios y maleducados. Por eso busco a dónde mudarme, pero ya me cansé de este camino asqueroso”.
A lo que el anciano respondió con la misma sonrisa abierta:
“Es una pena, porque aquí te vas a encontrar con el mismo tipo de gente”.
El segundo forastero se dispuso a avanzar de manera renuente hacia el pueblo debido a que sabía que no tenía más opción, pues debía reabastecerse algunos días en el pueblo para continuar con su viaje. Algunos días más pasaron hasta que finalmente, el primer forastero volvió a la casa del anciano con un cesto de frutas de temporada como un obsequio de agradecimiento.
“Estoy muy agradecido con toda la gente de este pueblo e incluso con usted, tenía usted toda la razón del mundo. Gracias a su amabilidad, a su gratitud, a su calidez, a su limpieza y educación pude reestablecerme y tener éxito en mis negocios”.
El anciano no hizo más que compartir la gratitud del forastero. Mientras conversaban, el segundo viajero se encontraba de regreso por el camino, con sus viáticos reabastecidos a medias y con una expresión de suma molestia, visitó al anciano para decirle:
“Tenia usted toda la razón, la gente de este pueblo es horrible, son bastante groseros, odiosos, sucios y maleducados, menos mal que pude largarme de ese asqueroso lugar”:
El primer forastero, confuso, no había llegado a entender cómo es que la misma pregunta ante el anciano había tenido respuestas tan opuestas y que ambas fuera verdad. El anciano respondió de manera simple:
“Es porque transportamos nuestro mundo interior a todas las partes a donde vamos. Si tú le preguntas a un águila cómo es el mundo, te dirá que es amplio, mientras que un delfín te dirá que es húmedo, y si le preguntas a un caballo salvaje te dirá que el mundo es espectacular y que en él se puede hacer todo lo que uno quiere, mientras que un animal de carga te dirá que el mundo es esfuerzo e imposición, y si le preguntas a un mono de circo te dirá que está lleno de sonrisas de niños, y una hormiga te dirá que es infinito”.
En el Centro de Psicoterapia Contextual, trabajamos con modelos de tratamiento de vanguardia basados en evidencia. El aprendizaje que expone este relato, puede ser claramente explicado por fenómenos cognitivo-conductuales o contextuales, como lo es «La profecía autocumplida». Cuéntame en los comentarios ¿últimamente has llegado a alguna nueva conclusión en tu vida?