En un museo, se compran cámaras y sensores de movimiento a pesar de que no exista evidencia de que hubiera ocurrido algún robo antes en ese lugar, no se compran sólo después de que ha ocurrido un robo. Esto sucede, porque una de las primeras cosas que se sabe de un museo, es que guarda cosas valiosas. Ahora piensa, ¿Cuáles son las cosas valiosas que hay en tu vida? ¿te encuentras resolviendo tus necesidades de forma reactiva o proactiva?

La negación o el escape del fracaso, no soluciona los problemas en realidad, pues cuando no se aprovecha la aparición de un problema para generar una solución, volverá a ser un problema en el futuro. Ser reactivo, y no proactivo, es una manera muy común de evitar o tratar de alejar lo que nos hacen sentir las naturales diferencias que tenemos con los demás, o las naturales diferencias que nuestras expectativas tienen con la realidad. Ser proactivo, compromete la aceptación de las emociones que nos genera comenzar a intentarlo, mientras que ser reactivo, es la consecuencia de intentar alejarlas. Nuestro repertorio de flexibilidad cognitiva, aborda este contexto a profundidad. Un proceso de psicoterapia contextual nos permite asumir que aunque es noble evitar el malestar, termina siendo costoso en términos de lo que es importante. Por esa razón, quiero hablar de actitudes que suelen ser muy comunes en las relaciones interpersonales cercanas.

Ser reactivo es tratar de resolver las cosas al momento. Es decir, cuando la problemática ya se encuentra en proceso. Precisamente, la palabra se refiere a que estamos reaccionando al problema, pero hago énfasis: lo estamos haciendo cuando ya ocurrió. Por ejemplo, tratar de conseguir dinero cuando es el último día pagar algo.

Ser proactivo, implica anticipar la solución de un problema aún antes de que suceda. Ser reactivo, no requiere la presencia de un problema en curso para que actuemos. Por ejemplo: ahorrar, teniendo en cuenta posibles gastos a futuro, aunque no sean muy inmediatos.

Entre las ventajas de ser reactivo podemos encontrar que en ocasiones, esto nos permite ahorrar tiempo (aparentemente). Es posible incluso, que aunque frecuentemente, «lo barato salga caro», en realidad, la mayoría de las veces podamos «salirnos con la nuestra». Aparentemente, en esas circunstancias, no ocurre nada malo. Pero hay que tener en cuenta que estamos reforzando un hábito (o varios).

Lo realmente importante ocurre, cuando la evidencia nos permite identificar que una personalidad reactiva implica un deterioro importante en la salud mental. Particularmente, la reactividad es una circunstancia que genera presión y estrés al dejar las cosas para el último momento en el que pueden ser resueltas. Realmente, cuando estamos presionados para resolver algo no nos encontramos actuando de la mejor manera, o incluso no mostramos una parte saludable de nosotros mismos, y aquí viene la peor parte; cuando estamos presionados, la mayoría de las veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos actuando torpemente.

Si leíste la curva de las emociones, es probable que ya sepas que la manera en la que nos sentimos, tiene influencia en la manera en la que pensamos, y en consecuencia, en la manera en la que actuamos. Podemos pensar cosas muy dañinas para con los demás o para con nosotros mismos cuando nos encontramos presionados o estresados. Esto puede generar culpa y/o conflicto, y eso, si es que nos dimos cuenta. Presionar a los demás o presionarnos a nosotros mismos, implica una serie de conductas que deterioran las relaciones. La mayoría de los conflictos, suelen asociarse a una manera reactiva de resolver pequeñas cosas insignificantes del día a día. Cuando no se termina teniendo un conflicto con los demás que genera soledad, se termina teniendo un conflicto con uno mismo que lo lleva a sentirse insuficiente, incapaz o frustrado.

Realmente, ¿los segundo que ahorras siendo reactivo valen la pena con el costo que esto tiene sobre tu salud mental?

Entre las ventajas de ser proactivo podemos encontrar que la anticipación de las cosas evita sorpresas y malentendidos, además, nos permite aceptar que ocurre un problema y por lo tanto, a encontrarle una solución en lugar de ignorarlo. Pero no todo es color rosa, nunca se trata de que las personas no quieran mejorar en realidad, sino que en reliadad, todo tiene un precio.

«El éxito es la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo» – Winston Churchill

Esta frase nos deja en claro que las cosas no siempre se solucionan al primer intento. En realidad, el fracaso para resolver algo no significa que resolverlo sea imposible. Significa que las emociones desagradables suelen alejarnos de dejar de intentarlo.

Los fallos de las soluciones proactivas

«El mejor maestro, el fracaso es» – Yoda (Star Wars)

En términos aplicables: si he visto que mi propuesta para solucionar un problema no funcionó, debo revisar qué en específico de esa solución falló, pues las soluciones también tienen sus fallos y el fracaso sirve precisamente, para encontrar los fallos de las soluciones. Sin el fracaso, ninguna solución llegaría a ser adecuada para un problema. Por supuesto que la proactividad tiene sus costes, si es que queremos llamarles «desventajas». Por ejemplo, tendrías que invertir más tiempo que puedes invertir viendo series por ejemplo, o tendrías que estar dispuesto a aceptar que todos somos diferentes, o que eres un ser humano que siente cosas, o que las cosas nunca serán del todo como uno desearía que fuera, etc…

¿pero vale la pena? ¿Cuáles son las cosas valiosas en tu museo valen la pena cuidar?

 

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