A través de la sabiduría popular, particularmente de los matrimonios o relaciones que acumulan muchos años, todos hemos llegado a escuchar que “el amor se acaba” con el tiempo. Es verdad que toda relación tiene una etapa de “enamoramiento” que suele ser intensa y poco a poco va disipándose a lo largo del tiempo. La llegada de los hijos también enmarca una dinámica distinta, al desplazar gran parte de la ocupación de los padres, que antes podía dedicarse a la interacción con la pareja. Ciertamente, toda relación cambia con el tiempo, como todo.
En realidad, no es solamente la “etapa”, el tiempo, o la llegada de los hijos aquello que define el grado de unión que tiene una pareja. Las conductas que se llevan a cabo en esta etapa, son las que juegan un papel importante en su mantenimiento o extinción. Específicamente hablando, la unión en pareja dependerá mucho de las conductas que se emplean para resolver las naturales diferencias que todos los seres vivos tienen, además de las conductas que incentivan o promueven la unión.
Para metaforizar lo anteriormente dicho, pudiéramos pensar en la etapa del enamoramiento como si fuera un atleta en la etapa de su carrera en la que tenía mejor condición física. Es importante para ello, pensar ¿Qué hace día a día este atleta para haber llegado a tal condición? Probablemente entrene a diario, se alimente adecuadamente, haga ejercicio y evite fumar o beber. Esta etapa del atleta no se debe gracias a “la etapa” de la trayectoria en la que se encuentra. Principalmente, se debe a todas las conductas que lleva a cabo durante esa etapa de su carrera (entrenar a diario, alimentarse adecuadamente, hacer ejercicio, evitar fumar o beber). Tan sólo pocos más años tarde, el atleta pudiera dejar de entrenar por la falsa idea de que “ya dio todo lo que tenía que dar” o que “la capacidad física se acaba”. Actuar en coherencia con esa idea implica dejar de entrenar. La consecuencia de no entrenar es que un día, mientras sube las escaleras, el atleta note que se agita con facilidad, y esa sensación le confirme certeramente la idea de que “la capacidad física se acaba”, pues de lo contrario “no se hubiera agitado con tan poco”. Aunque en parte, es verdad que el cuerpo envejece y la capacidad total disminuye en ciertas edades, este caso se trata más de una “profecía autocumplida” (es decir, una situación que más que ser una verdad absoluta, a través de sus creencias y acciones, él mismo cumplió al dejar de entrenar y cuidar su cuerpo).
Si el atleta vuelve a llevar a cabo las conductas que caracterizaban a esa etapa (correr, alimentarse adecuadamente, evitar fumar y beber) lo más seguro es que la idea de que su físico “ya dio todo lo que tenía que dar” sea menor aún en presencia de la natural tendencia del cuerpo a envejecer, y por lo tanto, puede volver a disfrutar algunas sensaciones y beneficios característicos de su mejor etapa como atleta.
Pues exactamente de la misma manera, con el tiempo solemos tener una serie de ideas sobre nuestra pareja que giran en torno a la idea de que “la relación ya dio lo que tenía que dar” o que “las cosas no pueden volver a ser como antes”. La sociedad ha normalizado mucho la idea de que “el amor se acaba” porque en realidad, la mayoría de las parejas “dejan de entrenar” dentro de su relación. Al igual que sucede con el atleta, esta es una idea de que va a favorecer la profecía auto cumplida de que, en verdad, exista evidencia de que ya no existe nada que se pueda disfrutar en la pareja. Si bien, no es posible “replicar” la existencia de la etapa de enamoramiento debido a otros factores porque todo cambia, es sumamente posible “incentivar” las conductas que en su momento promovieron la unión de una pareja. Inicialmente, la novedad y el enamoramiento son las condiciones que “incentivan” las conductas de unión en la relación, sin embargo, el hábito, la disciplina y el compromiso pueden reemplazar el enamoramiento como condiciones para continuar “incentivando” la unión en pareja.
La realidad es que la unión de la pareja es un elemento que puede persistir en sus diversas etapas cuando existen motivaciones que refuerzan dicha unión. Dentro de las terapias basadas en evidencia no entendemos a la motivación como algo “que está dentro de las personas”, en realidad, es importante entender que la conducta motivada, sucede en un contexto en el que dicha conducta es altamente reforzadora (es decir, favorece al individuo que la lleva a cabo y, por lo tanto, hace a esa conducta más frecuente). En el artículo llamado “las personas no entienden, las personas aprenden” puedes profundizar más en el fundamento que sostiene la técnica de la caja de los deseos.
Bajo este entendido podemos asumir que el problema no es que “ya no exista novedad en la pareja” o que “el amor se acaba” (y no necesitamos ser víctimas de ello). Las cosas no son tan simples como para poder creerlo.
¿Por qué las parejas dejan de quererse?
En términos de la metáfora podemos preguntar ¿por qué nuestro atleta dejó de entrenar? Mantener cualquier compromiso cuesta esfuerzo y constancia, pero un día, esa constancia parece ser demasiado pesada para mantenerla. Entonces, dentro de la relación de pareja ¿Qué hace que sea tan difícil que sea pesado mantener el compromiso en pareja?
La incapacidad para resolver problemas. Tal como mencionaba en el artículo de “Cuando con el amor no basta”, la sana convivencia no sólo se basa en el interés, en el tiempo o “nivel de amor” que tenga una pareja. En realidad, la unión de la pareja se ve fuertemente afectada por la capacidad que los dos individuos tienen para resolver sus naturales diferencias personales. Independientemente del «nivel de amor» o de «Interés» que las personas tengan en mantener una relación, la capacidad para resolver problemas va a determinar que resolver las naturales diferencias de pareja sea algo demasiado difícil de llevar a cabo. En cambio, cuando las personas hacen un buen equipo (situación derivada de su capacidad para comunicarse y resolver problemas), una relación más bien suele ser un contexto «conveniente» en términos de esfuerzo. Ese contexto de colaboración saludable, es el que necesita una pareja para «sobrevivir» al paso del tiempo. Las conductas que mantienen una relación saludable, existen porque mantienen un contexto que le hace bien a los dos integrantes de la pareja.
En conclusión: el malestar y el distanciamiento dentro de la unión de la pareja no radica en la novedad, ni en las naturales diferencias de los integrantes, ni en “el nivel de amor” que se tienen, sino en la capacidad mutua para resolver sus naturales diferencias. Cuando dos individuos carecen de dichas capacidades, pudiera parecer que “el amor se acaba”. La realidad es que con el amor no basta